viernes, 22 de junio de 2007

UN DÍA PARA LA DEMOCRACIA O DEMOCRACIA PARA UN DÍA

(Este texto ha sido creado para la primera vuelta de las elecciones a Jefe de Gobierno y forma parte de un trabajo práctico para la facultad. Lo posteo aquí porque me parece importante repasar ciertas cuestiones)

Hoy es día de elecciones en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, pero yo no voto por vivir en provincia. Me pregunto, entonces, por qué estoy en este colegio del barrio de Colegiales. Quiero conocer el grado de interés que las personas tienen en el momento de ejercer su deber como ciudadanos, busco actitudes, muecas, comentarios, acciones, intenciones, comportamientos.
La escuela es chica, tiene tres pisos y un salón mediano en planta baja. En el primer piso están las mesas femeninas, en el segundo las masculinas y en planta baja se han improvisado dos biombos que hacen las veces de cuarto oscuro y son también mesas para sufragio femenino. La división entre sexos siempre me pareció absurda y anticuada. Las mesas masculinas del segundo piso son más serias y ordenadas. Por lo general hay hombres de edad mediana que esperan pacientemente de pie su turno y sostienen la libreta de enrolamiento o el documento de identidad entre sus manos entrelazadas. Todos aguardan en una misma posición, manos unidas adelante, brazos y hombros caídos y un pié levemente estirado hacia delante. El silencio es categórico, no se habla ni se cruzan miradas, solo se espera.
Las diferencias con las mesas para mujeres de planta baja y primer piso son notorias. En el primer piso se juntan las colas de tres urnas en un pasillo angosto junto a las escaleras. La gente busca su número de mesa por aquí y por allá, las mujeres que están haciendo fila se ponen a conversar para pasar el rato. La gente se apretuja y va de un lado al otro. Pero entremedio del tumulto algo me llama la atención.
Una mujer con cara de sapo busca nerviosamente algo en su cartera. Está de espaldas a la mesa y tiene el sobre firmado y sellado en su mano. Pero todavía no ha pasado al cuarto oscuro. Revuelve sus cosas apresuradamente y de manera molesta. No puedo saber qué busca exactamente. En ese momento, la presidente de mesa pregunta: -¿listo? Podés entrar. Dejá el bolso sobre la urna si querés…- Pero antes de hacer eso, logra sacar de la cartera un paquete de pañuelos descartables y se lo guarda en el bolsillo. Ahora sí, con el paquete de pañuelos y con el sobre en su mano entra a votar. La situación es curiosa: si alguien tiene la necesidad de limpiarse la nariz urgentemente, para lo cual busca pañuelitos descartables en su cartera, luego de encontrarlos no los guarda inmediatamente en su bolsillo, simplemente, se suena primero la nariz y luego entra al cuarto oscuro. Por lo que deduzco que dentro del paquete hay escondido un papel o una boleta determinada. Pero esto no es todo, la mujer (una tal Majul, según su documento) tarda mucho en salir. Han pasado varios minutos desde que entró y los integrantes e la mesa comienzan a preguntarse que puede estar haciendo allí dentro. La mujer abre la puerta del aula que oficiaba como cuarto oscuro, y deposita su voto naturalmente. Con algo de prisa toma su cartera, se da vuelta nuevamente y acomoda las cosas que llevaba dentro de ésta. Mientras tanto, las personas continúan pasando pero a la segunda, los fiscales de mesa entran varias veces al cuarto oscuro ya que al parecer había ciertas irregularidades. Lo último que pude escuchar es que la fiscal decía que iba a ser necesario entrar a ver el estado de las boletas cada cierta cantidad de personas y que no había que permitir que la gente entrara con bolsos.
Mientras Majul se retira del establecimiento educativo, en otra mesa, una mujer embarazada pide permiso para pasar a votar primero. Como su condición lo amerita nadie tiene problemas en ceder su lugar. Pero al ver que eso ocurría con la mujer embarazada, otra persona que lleva un nene de aproximadamente cinco años en brazos pide permiso para adelantarse en la fila y votar primero también. Una tercera mujer se queja de esta actitud, aludiendo que si bien ella tiene un chico chiquito aguardándola en su casa no se va a adelantar por ese motivo en la fila, correspondía que esperara su turno como todos. En un instante, explota una discusión. Pese a todo, la mujer que traía al nene en brazos logra pasar primero gracias a la intervención de los integrantes de la mesa. Sin embargo, mientras se encontraba dentro del cuarto oscuro estos últimos emprenden una crítica furiosa contra ella. Todos se dan la razón con todos, estaban indignados por la osadía. Sin embargo, cuando esta persona sale del cuarto oscuro, frente a miradas acusadoras de los votantes, los integrantes de la mesa la despiden con su mejor sonrisa y como si nada de lo anterior hubiera ocurrido. Es, sin duda, otro caso de “hipocresía democrática”.
Una presidente pasa haciendo equilibrio con una urna, un padrón electoral, un documento y una lapicera rumbo a planta baja. Intento seguirla para ver lo que ocurre. En la escalera me encuentro con algo insólito: un tipo está haciendo rebotar contra el suelo una pelota de tenis. Está apoyado en la pared del descanso de la escalera y repite rítmicamente la palabra “compro”. No puedo averiguar más, debo seguir a la mujer con la urna. Se trata pues del voto de una persona discapacitada. Una anciana con andador interrumpe a la fila de votantes de planta baja para poder usar el cuarto oscuro (un biombo de madera pintado de gris). La presidente, con la urna en la mano, se queda esperándola al igual que todas las demás personas.
Abajo, es esa mesa, se había juntado una gran cantidad de gente y me quedé ahí para observar. Otra señora inicia un escándalo, indignada por la cantidad de gente que se había juntado. Previamente había estado hablando con indignación con la que le seguía en la fila. Si bien ella no había tenido que esperar tanto y se encontraba en segundo lugar: ¿a quien no le gusta salir en defensa de todos aquellos que no pueden o no quieren hablar?
- Hace una barbaridad que estoy esperando, mire la cola que se juntó, las otras mesas no tienen semejante cola – inquiría a los integrantes de la mesa.
- Señora, yo estoy acá desde las siete de la mañana y tengo que estar acá hasta las nueve de la noche, me faltaron dos personas, tenga un poco de paciencia. – dijo la presidenta con un tono de vos elevado.
La primera en la fila se sumó al argumento de la segunda, con la típica frase: “Nosotros también tenemos cosas que hacer” pero al ver que no conseguían más adhesiones entre los votantes y considerando que, después de todo, a ellas ya les tocaba su turno, decidieron callarse la boca y esperar los segundos que faltaban.
Pocos minutos después una mujer muy bien vestida y arreglada exige a la mesa que no calculen su edad, lo exige casi duramente, como si su coquetería afectara su obligación y derecho de votar. Pero hay algo más en ella que me llama la atención. Tiene en sus manos un libro curioso. “Los Cuarenta Bramadores” es un libro de Vito Dumas, un navegante que se encausó en la aventura de recorrer el mundo en 270 días, en plena segunda guerra mundial, con un barco de vela y que pasó por la llamada “ruta imposible”, es decir, atravesó los tres cabos más peligrosos: Buena Esperanza, Tasmania y Hornos afrontando multitud de peligros y sufrimientos. Vito Dumas nació en la Argentina y es como un Ulises moderno. Bajo ese título cuenta sus hazañas. Pero éste libro, en este momento particular, representa además otra cosa. Es una metáfora de la historia del sufragio en la Argentina. El fraude electoral que caracteriza toda la primera parte de nuestra historia, las masivas elecciones llevadas a cabo por el radicalismo y el justicialismo, y las continuas intervenciones por parte de regímenes militares son asimilables a estos tres cabos en los que abundan las tempestades. Y la democracia es el barquito de vela que las atraviesa casi naufragando, preso de las inclemencias del tiempo, pero que sin embargo logra, tarde o temprano, salir a flote.
Por las actitudes que tuvo antes y después de entrar, me di cuenta que la mujer votó a Macri. Me pregunto entonces, cuales serán los nuevos obstáculos que Vito Dumas deberá afrontar y si alguna vez llegará a buen puerto.
Pero mi pensamiento se suspende, una vez más, por las circunstancias que acontecen. En la larga cola formada en esta mesa hay, como es de esperar, mujeres. Solo una chica está abrazada a su novio muy tiernamente. Es una pareja joven que rondará los treinta años de edad. Al parecer decidieron disfrutar juntos este maravilloso acto de ciudadanía. La cola avanza pero ellos siguen abrazados, no se separan nunca. Cada tanto un arrumaco cursi entre el papeleo que los rodea. Parecen no estar ahí, presentes en la fila, sino paseando al aire libre en el Rosedal. Cuando llega su turno, los dos se despiden. Ella se separa tortuosamente de su amado para ejercer su voto y pasa detrás del biombo. El muchacho queda desolado, ansioso de que salga para volverla a ver. Cuando, a los pocos segundos la chica se retira de la mesa, los dos tortolitos se abrazan y se besan amorosamente. Una historia de amor digna de una novela del Romanticismo pero que, en la actualidad, desencaja absolutamente.Cerca de la mesa masculina hay un cartel que comunica a los votantes que aquel que no ejerza su obligación de votar, o que obligue a otro a votar de determinada manera, o que prohíba, por cualquier medio, que otro ciudadano vote, será penado por la ley con una condena de hasta tres años de prisión. Irónicamente, termino de leer esto y escucho que un fiscal de mesa dice: -“Acá no entra nadie más hasta que no traigan unas buenas pizzas de muzzarela”. Finalmente, he encontrado actitudes. La actitud del voto se disipa entre tantas otras actitudes que rozan lo cómico y lo grotesco. Parece más bien como si se tratara de una fila en la caja del supermercado o en la parada de un colectivo. Nada las distingue de aquellas que ocurren en vida ordinaria. ¿Acaso votar debe ser como ir al supermercado o andar en colectivo? ¿O debe ser verdaderamente un acto serio y responsable, propio de una vida democrática en la que se respetan las diferencias? Votar, hoy por hoy, es un trámite que se trata de eludir, es solo una perdida de tiempo que no nos permite disfrutar del domingo. La impaciencia de la espera no es por el destino de la democracia, por la representación de nuestros intereses y expectativas, sino porque se pierde tiempo para preparar el asado y la ensalada. Si lo tomamos como una pérdida, verdaderamente lo será para todos; si lo tomamos como una ganancia, todos, antes o después, saldremos beneficiados. Todo lo anterior da cuenta, en su medida, del estado en que nos encontramos.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Ay walter!!!...te felicito, flaco!...lo expresaste a través de las palabras tal cual como pasó ese día. Me vuelve a la cabeza, las imagenes de esa cola en planta baja, el tipo diciendo "compro"...Y me gustó como articulaste lo de la mujer del libro LOS CUARENTA BRAMADORES y la situación de la parejita.
Obviamente me gustó como le sellas tu estilo de humor catastrófico a estos hechos en ese colegio repleto de chetos y viejas incoherentes. Lamentablemente, este domingo tengo que volver ahi...vos zafas!
Pero, me reí mucho al recordar a través de tu crónica, lo que ocurrió ese día. Igual a mí me sobrepasó la señora que -parece- que había bajado del caballo...eso es insuperable...
Muy bien nene, vas en camino, seguí así...!!!

delfox dijo...

Tengo que admitir que cuando lei el titulo del post, me imaginaba un escrito completamente diferente, pero la narracion me fue sorprendiendo a medida que avanzaba en el relato, y lo ultimo me parecio excelente.
Curioso como en un acto Democratico que proclama igualdad permite seguir diviendo por sexos, interesante la observacion sobre la tal Majul :P.
Hace rato que vengo leyendo sobre temas relacionados, y me gustaria recomendarte 3 lecturas que me gustaron mucho:

-La Emboscadura (Ernst Junguer)

-Cuanta Globalizacion Podemos Soportar? (Rudiger Safranski)

-Walden Dos ( B. Skinner )

Estas elecciones ( las primeras en las que trate de informarme y comprometerme ) me supieron sorprender....

No por no respetar una opinion, tengo fe en que Voltaire no le erro con su "detesto lo que dices pero defenderia hasta la muerte tu derecho a decirlo", pero la falta de fundamento, preocupacion, infromacion general hacen dudar de la capacidad del votante para ejercer este derecho/obligacion( no tomar tan literalmente :P ).
Hablar por hablar aveces es tan facil como facilista.



La puesta en escena de las elecciones se propone hacer creer a nuestro hombre, por el contrario, que se encuentra muy solo. Y no solo eso -- la mayoria debe resultar imponente no solo por su numero, si no tambien por los signos de una superioridad moral.
Cabe suponer que nuestro votante a sabido resistir, gracias a su capacidad de discernimiento, a la propaganda, a una propaganda prolongada e inequivoca, que con gran habilidad a ido intensificandose hasta el dia mismo de las elecciones. No ha sido facil la tarea de resistir; a lo anterior se añade que la adhesion que de el se demanda se ha revestido con la modalidad de unas preguntas sumamente respetables; Se le invita a participar en unas votaciones en favor de "la libertad o en pro de la paz". Ahora bien, Quien no ama la paz y la libertad? Un monstruo habria que ser para no amarlas. Esta mera circunstancia confiere un caracter criminal al "NO". El votante que elige un voto malo se asemeja al criminal que se aproxima sigilosamente al lugar del delito.
La papeleta de voto, a lo que ahora vuelve su atencion nuestro hombre, irradia a si mismo una fuerza sugestiva. Esa papeleta es el resultado de unos calculos cuidadosos. Debajo de la frase "aqui es donde debes poner tu "SI". Junto a el casi desaparece un segundo circulo, un circulo pequeño, destinado al "NO".
Ha llegado el gran momento: el votante se dispone a poner una marca en su papeleta. Coloquemonos mentalmente a su lado; efectivamente, ha votado "NO". Es cierto que ese acto constituye una encrucijada de ficciones, que ya investigaremos -- las elecciones, los electores, los carteles electorales, todas esas cosas son etiquetas que aluden a realidades y procesos enteramente distintos. Son un espejismo. Mientras se hallan en un proceso de ascenso, las dictaduras viven en gran parte del hecho de que aun no haya sido posible descifrar sus jerogrificos. Hasta mas tarde no encuentran su champollion, el cual, ciertamente, no restituye la antigua libertad. Pero si enseña a dar una respuesta correcta.
Tenemos la impresion de que nuestro hombre ha ido a caer en una trampa. Esto no hace menos admirable su comportamiento. Es cierto que su "NO" constituye un mero gesto ejecutado en una posicion perdida; a pesar de todo, causara efecto.
Y como hace ya mucho tiempo que viene celebrandose, de una manera cada ves mas irreflexiva, el culto de la mayoria, se pasa por alto la mensionada minoria. El papel que este representa consiste en hacer visible, aplastante, la mayoria, pues esta dejara de serlo si se hubiera alcansado el 100% de los votos.
(Junger)


Muy buen post!! :)

Un besote, Joa

Desde 22/08/07